HOY
29 noviembre
2020
Quiero
parecerme a mi selfi
Rocío Mendoza
Los filtros del móvil marcan tendencia
en medicina estética y ahora queremos parecernos al autorretrato retocado. ¿Es
posible?
Si Narciso hubiese vivido en nuestra era no se habría
enamorado del reflejo de su rostro en las aguas de la laguna Estigia; lo habría
hecho de su selfi. Los filtros que mejoran de forma automática los
autorretratos realizados con teléfono móvil lo habrían hecho enloquecer más
allá de lo que cuenta el mito. Aunque sin llegar a tal extremo de egolatría,
algo parecido empieza a suceder a muchos hombres y mujeres que se gustan más en
la imagen de su autorretrato digital retocado que en la que ven en el espejo.
Tanto es así que cada vez son más los que acuden a la consulta de estética para
pedir que les hagan parecerse a sus selfis.
Cirujanos y médicos estéticos constatan que esta moda marca
la pauta hoy: los pacientes les muestran el antes y el
después de su 'yo' en la pantalla para solicitar ser retocados en la misma línea.
Es tendencia y es lícita, pero tiene sus sombras. Además de tener presente que
no todo es posible, hay que saber controlar para no caer en la locura
narcisista.
Estos populares filtros digitales, de manejo
sencillo y gratuitos, eliminan manchas, alisan la piel, tensan el perfil
de la mandíbula, afilan la nariz, elevan las cejas y hasta agrandan los ojos.
En unos minutos, y con solo pulsar un icono en la pantalla, la faz queda libre
de cualquier rastro, incluso rasgo, de imperfección. Como si el tiempo no lo
hubiese maltratado a uno.
Petra Vega, presidenta de la Sociedad Española de Medicina
Estética, reconoce que esta moda está presente en las aspiraciones de los
pacientes, pero le ve un aspecto negativo que, según cree, no todo el mundo
termina de entender: «El soporte informático aguanta todo, pero la piel no».
Aunque muchas mejoras sí son posibles, hay otras que no son fáciles de
conseguir. Por eso cree que con la moda de emular al selfi se corre el peligro
de caer en «una mayor frustración ante las falsas expectativas» que la imagen
digital genera. «Los usuarios de la medicina estética deben conocer los
límites», concluye.
Para ello, nada mejor que atender a los consejos de un
profesional. Sergio Fernández Mesa, médico especialista en la materia y vocal
de la citada sociedad médica, valora que, en general, muchas modificaciones que
hacen estas aplicaciones móviles son «relativamente sencillas» de conseguir y
reconoce que los filtros han influido en que se pidan más unos retoques que
otros.
Por ejemplo: la moda de 'ponerse' labios ha dado paso a la
de dar forma al arco de la mandíbula. No obstante, «el principal cambio que ha
impulsado esta moda es que en consulta se trabaje ahora más la piel que nunca»,
advierte Mesa. Y es que no hay selfi bueno que no deje a su protagonista con
una piel de bebé impoluta. El filtro -de intensidad variable- elimina manchas,
acné, poros dilatados, sombras en las ojeras y da brillo y esplendor al tono
facial. Todo genera un aspecto automático de juventud hasta tal punto que
muchos adeptos al retoque hasta piden borrar las arrugas propias de la
expresión.
Para ello existen multitud de tratamientos, entre los que
destaca el láser. Eso sí, tanto este como otros deben ser acompañados con
cuidados posteriores en casa. Pero tampoco hay que esperar un resultado
milagroso. Un chequeo en la consulta del profesional es el que debe determinar
qué técnica soportaría la piel de cada persona y hasta dónde podría llegar. «La
calidad del tejido o cómo son las manchas, arrugas o marcas que se quieran
tratar requiere de un tratamiento específico. No todas las pieles admiten todos
los tratamientos. A diferencia del selfi digital, trabajamos con un tejido
vivo», advierte Mesa.
Otra de las formas de añadir juventud al rostro es dar forma
al mentón y definir el arco la mandíbula. Son dos de las técnicas que se
imponen como las preferidas de los pacientes, que también se simulan con los
filtros. «Esa angulación de la cara, con un contorno de la mandíbula definido,
se pide mucho porque esto es más importante para verse más rejuvenecido que
tocar los labios», asegura el médico.
Para lograr la tensión de la parte baja de los carrillos o
elevar ligeramente la ceja para restar cansancio a la mirada no sería
estrictamente necesaria la intervención quirúrgica. Existen técnicas, como las
infiltraciones, que ayudan a remodelar sin bisturí. En este terreno se mueve
otra de las intervenciones que se ha puesto de moda: poner la nariz ligeramente
respingona. «Antes, este miembro prácticamente solo se podía cambiar con
cirugía, pero ahora existe lo que denominamos rinomodelación, que utiliza la
aplicación de ácido hialurónico, por ejemplo, para moldear», explica.
También han cambiado las modas con respecto a las narices
que más gustan. Hace unos años lo que más preocupaba -explica el doctor- era la
giba que podía afear el perfil y se perseguía la perfección de una nariz recta.
Ahora, la prioridad es elevarla por su extremo. Algo que también da un toque
juvenil porque, con la edad, la nariz cae.
Los especialistas del sector constatan así que los gustos
están cambiando. Incluso hay quienes atisban un cambio en el canon de belleza
promovido por la tecnología. José María Serra-Renom, cirujano y catedrático de
la Universidad Internacional de Cataluña, es pionero de la cirugía estética en
España y ha podido testar esta evolución. «No diría tanto que vamos hacia una
belleza más artificial o 'plastificada', pero estos 'inputs' externos de
imágenes pasadas por el mismo patrón que recibe la persona constantemente
redefinirán su concepto de belleza», reflexiona desde su consulta en Barcelona.
Este médico, que reclama sobre todo la concepción de las
intervenciones estéticas como un proceso médico, algo que a veces se olvida, ve
la parte positiva y la negativa a la moda de las pantallas. «Nos ayuda a
reafirmarnos con nuestra imagen, nos sirve de conexión entre lo que ven los
demás de mí y lo que yo veo», apunta. Lo malo es «caer en lo antinatural y
aspirar a resultados irreales».
En este mundo existen malas experiencias y para evitarlas,
todos coinciden en la importancia de «saber decir no» a los pacientes. En
cirugía, por supuesto, pero también en tratamientos estéticos. Fernández Mesa
cree que debería ser obligada una sesión previa para detectar posibles
anomalías psicológicas en la conversación. «Cuando ves que una persona no se
reconoce (por ejemplo, dice que tiene una nariz horrible a todas luces normal)
ya sabes que no debes tratarlo».
¿Tanto poder tiene estos filtros? Natalia Ortega, psicóloga,
aporta la visión que le da atender sobre todo a niños y adolescentes en
consulta. «La publicación en redes sociales de tu mejor imagen y que te den
'likes' genera tantísimo bienestar a corto plazo que se cae en la trampa sin
dudarlo. En esa recompensa inmediata se basa el éxito de las redes sociales»,
explica.
Así, no le resulta raro ver en su entorno personal y
profesional a gente muy joven obsesionada con sus rasgos. «Hace unas décadas no
preocupaba tanto», cree. Ahora, la exposición continua y la valoración
constante, propia y ajena, pueden afectarnos. «Estar en constante
competitividad y sobreexigencia con uno mismo puede llegar a provocar
distorsiones del concepto que uno tiene de sí. Este bucle puede sumirnos en un
estado en el que no estemos nunca satisfechos», reflexiona esta psicóloga,
quien recuerda la importancia, sobre todo en adolescentes, de no prohibir
móviles, redes o selfis, sino instruir.
La base para prevenir estados obsesivos insiste, es tener
fuerte la autoestima. «Para sacar de la obsesión a quien ha caído hay que
hacerle ver las cosas reales que ha logrado en la vida, que sea capaz de
objetivar los pasos que da, sus cualidades y aptitudes y centrarlas en el plano
real, y no en la imagen irreal que puedan vender de sí mismos». Mejorar la
autoestima era, precisamente, la razón de un alto porcentaje de usuarios de
medicina estética, según la última encuesta del sector. Sentirse mejor es
lícito, claro está. «El autocuidado es muy importante y entronca con la salud»,
recuerda Ortega. Pero, como en todo, en la medida está la virtud.